jueves, 19 de junio de 2008

La censura en la España franquista

Una vez pasada la campaña electoral para elecciones locales (25 mayo 2003) en toda España, salvadas ciertas exepciones en comunidades históricas entre las que deberíamos estar incluidos los canarios por razones de peso, hemos apreciado en la prensa editada en estas islas un tratamiento más o menos objetivo e imparcial de las noticias cotidianas, respecto a otras posturas anteriores en el transcurso de eventos similares.

Tal manifiesto comportamiento nos debe congratular a todos los que de una forma u otra nos relacionamos con medios escritos, e incluso políticos, y nos hace reflexionar para no incurrir en nefastas afirmaciones, a veces escritas y públicas, en las que se afirma que: "la prensa no ha sido ni es ni será jamás verdaderamente objetiva, más bien utiliza su propia seducción engañosa para narcotizar a un 65 % de una población determinada y poder manipular su decisión (electoral o no) y paralelamente los intereses económicos que siempre defiende, y de donde subsiste". Ya lo hizo un gran maestro en el arte, William R.Hearst. Los contenidos de algunos artículos intransigentes nos hacen pensar otra cosa, comportamiento éstos que también estaban de moda y usaban los censores franquistas en diferentes etapas del régimen surgido de una guerra civil entre españoles entre los años 1936 y 1939 del pasado siglo.

Por que, revisando las consignas por las que se regía la prensa española a partir de los años cuarenta se advierte la insistencia de los encargados de su control para que ningún asunto de la vida nacional podría estar ajeno a la Delegación Nacional de Prensa. Tanto en el aspecto político como en el económico, cultural o deportivo, o que afectara aspectos internacionales que repercutieran en la especial política española del régimen, el referido organismo se consideraba en el derecho de intervenir, de establecer su criterio e imponerlo sin contemplaciones. No solamente se determinaba los temas que deberían comentarse en las editoriales o artículos firmados, sino cuantos habían de ser éstos, así como su disposición en el periódico con elección de plana, columna, o situación o tratamiento en suma. Los delegados gubernativos establecían los títulos y el contenido de los artículos, en especial aquellos relativos a noticias que afectaran al Jefe del Estado, que era Franco, claro.

Obviamente no siempre las consignas políticas versaban sobre temas de tan altos vuelos. Bastaba el aniversario de un fallecimiento, el discurso formulado por un alto cargo del régimen, para que la máquina se pusiera de inmediato en movimiento.

Aun siendo los años de la década de los cuarenta de profunda penuria económica, o más exactamente de hambre, el Estado utilizó habitualmente a la prensa para exponer con caracteres triunfales una situación claramente nefasta, donde llegó a hablarse, a través de editoriales, comentarios, artículos, dibujos o caricaturas, de la copiosidad de los racionamientos en comparación con los de otros países europeos salidos de una guerra. Al menos esa era la opinión de Miguel Delibes en el artículo "Pegar la hebra", 1985, Valladolid.


El llamado "cuarto poder" se había desplazado de la Prensa a su Delegación Nacional, desde donde se imponían las normas para la elaboración de noticias o incluso para la inserción de comentarios sobre cualquier extremo, prohibiéndose la mención de cualquier noticia o información determinada que afectara en lo más mínimo la credibilidad de la Instituciones del momento. Las más de las veces estas limitaciones obedecían a una finalidad tendenciosa, pero otras respondían a un mero capricho personal, o al deseo de complacer a una determinada persona adicta o colaboradora excepcional del régimen. Con ocasión del fallecimiento del insigne pensador José Ortega y Gasset, los periódicos quedaron previamente advertidos de lo siguiente: "Ante la posible contingencia del fallecimiento del Sr. Ortega y Gasset, y en el supuesto de que así ocurra, ese diario dará la noticia con una titulación máxima de dos columnas y la inclusión, si se quiere, de un solo artículo encomiástico, sin olvidar en él los errores religiosos y políticos del mismo, y, en todo caso, eliminando siempre la denominación de "maestro"..." O la presión sobre los medios del momento con ocasión de otro evento, este más relevante para la Historia de España: el fallecimiento de Don Alfonso XIII. Las disposiciones oficiales eran tajantes al respecto y para "su conocimiento y más exacto cumplimiento a continuación se transcribe la circular cifrada recibida por teletipo de esta Delegación Provincial en el día de hoy por la que los periódicos, salvo nueva orden, publicarán únicamente la referencia transmitida desde Madrid de los funerales que organizará el Gobierno en sufragio de D. Alfonso XIII, absteniéndose de cualquier otra información y de inserción de esquelas. Esta Delegación vigilará el cumplimiento de la presente orden. No creo necesario recordarle que esta noticia es de carácter secreto y por tanto no tendrá conocimiento de ella nadie más que Vd. como Director haciéndose rsponsble en caso de que por cualquier negligencia trascienda a otras personas...."

Los diarios españoles, durante una larga etapa, quedaron relegados a una condición servil, donde no solamente la Vicesecretaría de Educación Popular tenía atribuciones sobre ellos sino que tácita o expresamente se las otorgaba a cualquier organismo y por tanto a los censores dependientes, resultando a veces más grave que la misma dictadura, las decisiones de personajes revestidos de supuesta autoridad en el sector, y ante los que toda persona, física o moral, quedaba indefensa.

El control sobre los diarios españoles durante esta primea etapa del franquismo fue tan estrecho que afectaba incluso a los folletos que en los mismos se editaban asi como a la confección técnica, que lógicamente no obedece a cánones universalmente admitidos sino a juicio y deseo del director y del redactor encargado del ajuste. Esto no obsta para que la Vicesecretaría se considerase, tanto en el aspecto ideológico como en el técnico, en posesión de la verdad y que con abrumadora asiduidad persiguiese a los periódicos con órdenes de control como aquellas que rezaba: "A la mayor brevedad posible, ese periódico, remitirá a esta Delegación Provincial, relación de las revistas, folletos, periódicos, etc, que se hayan recibido durante esta decena...", lo que induce a pensar que cada diez días dichos periódicos debían informar a la Delegación de prensa.

En lo que se refiere al aspecto técnico, especialmente durante esta década de los años cuarenta, era frecuente recibir instrucciones que implicaban una clara intervención en la elaboración del rotativo. Como evidencia se transcribe parte de las disposiciones para inspeccionar a los mismos que resumismos: " Con el fín de cuidar la presentación de ese diario, una vez revisada la inspección última se ha de tener en cuenta que en la primera página aparecen algunos titulares antiperiodísticos por su extensión y otros por su imprecisión...Poca variedad tipográfica en sus sabeceras, sin grandes destaques... Faltan sumarios en algunos titulares y ha de suprimir radicalmente las palabras divididas.. Debe evitar la inserción de noticias breves en la cabeza...Cuando hay noticias cortas como la conseción de la Medalla de Oro de la Ciudad de Burgos al Caudillo, debe recuadrarla y de esta forma la puede desplazar a un segundo término de la plana, dejando sólo las cabezas para las grandes informaciones..."

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